viernes, 14 de junio de 2013

Anti-política y tecnócratas

La anti-política se ejerce cada día de muchas maneras. Vamos sobrados de ejemplos. Desde Mateu Isern, el alcalde que niega ser político, a quienes desde la tribuna afirma que no hay que hacer política con determinadas cuestiones, otorgándole a su sentido una connotación oscura, negativa y alejar así a la ciudadanía de ella.

Desde luego que Isern es político. Tan político como ejecutor inmobiliario.

No es casual que la anti-política venga alineada con los poderes económicos, fácticos, financieros. Pues a éstos, la política siempre les ha sobrado.
Pero necesitan de las mayorías para hacer fuertes a esas minorías económicas que nos doblegan.

La idea de clase política es una idea que la derecha y el fascismo ha explotado. Nada me produce más urticaria.

Con el neoliberalismo se ha cuadrado el círculo. Se desembridó la economía, se redujeron los controles, las regulaciones y la economía productiva dejó de tener peso. Hay politólogos que hablan del contexto actual como una restauración de clase. Las antiguas élites económicas que durante los estados del bienestar tuvieron que ceder ante el poder de la izquierda, permitiendo grandes dosis de igualdad, re-distribución y solidaridad, están de la mano de del neoliberalismo recuperando su estatus y beneficiándose del desmantelamiento de nuestro estado del bienestar. Son los grandes beneficiarios del desguace.

Ámbitos esenciales para la vida que la izquierda había mantenido fuera de la lógica depredadora del mercado, ahora están en circulación. Lo estamos viendo con la salud, que ya no es un derecho universal sino que está vinculada a la cotización a la seguridad social, y tal insolidaridad ha costado una vida humana en Mallorca y miles de personas desesperadas con su salud pendiente de un hilo.

Todas estas transformaciones se siembran. Llevan experimentando desde Pinochet, Reagan, Thatcher y ahora en España. Lo que Aznar no pudo hacer lo está haciendo Rajoy, aunque para el padre, éste se queda corto. Vemos que duros están contra los derechos y libertades de las mujeres, de la mano de quién van para reformar la ley del aborto o educativa. Lo heavy que están en contra del catalán o el decreto del trilinguismo, la ofensiva contra los profesores, la libertad de expresión, la escuela pública. Todas estas contra-reformas van acompañadas de un arsenal ideológico muy tóxico con la finalidad de conquistar nuestras mentes y nuestros corazones y asentar ese modelo vomitivo de sociedad a la americana con unas bolsas de pobreza enorme, de desigualdad social, de sistema asistencial de segunda para pobres y donde la gente que puede tiene éxito y la demás no importa. Se siembra la insolidaridad, el recelo hacia los pobres, los negros, los extranjeros, los parados. Y cuando nos demos cuenta se lo habrán cargado todo.

La anti-política tiene rostros múltiples. La tecnocracia es una de ellas. Paradójicamente, movimientos que reclaman más democracia y más participación política pontifican gobiernos de expertos. Como si el saber técnico fuera neutral. Como si la economía fuera neutral.

Mantengo un sano escepticismo ante quienes afirman que ya no existen las ideologías, que ya no existe la derecha ni la izquierda. Ésos, sin lugar a dudas, son de derechas. Su sentido común está tan contaminado como el del compañero Almunia.

Del mismo modo, aventuras de gobiernos de concentración serían el hundimiento ideológico del Partido Socialista. Una desconexión e irrupción total respecto de nuestras raíces marxistas y de la socialdemocracia. Una renuncia más. Todo lo contrario del proceso de apertura, reflexión ideológica y enriquecimiento desde la izquierda que estamos haciendo y reivindican nuestras bases y los movimientos progresistas civiles.

Estamos con los diálogos, el mayor proceso de participación que jamás se había puesto desde el Partido Socialista, horizontal, de abajo a arriba, sin intermediarios, y
que nos está permitiendo contactar con muchas entidades, colegios profesionales y sobre todo a pie de calle, de agrupación, hablando con nuestros vecinos, militantes, simpatizantes y con las asociaciones. Lástima que para algunos, esto sea poca cosa.

Ha de haber un salto cualitativo, pero a la izquierda y desde la izquierda. Recuperar la credibilidad de la ciudadanía progresista, de nuestra militancia. Afirmar el valor de la política. Sólo nos salvará la política. Más política, más capacidad para visualizar y proyectar una sociedad diferente, necesitamos soñar más y transformar esta realidad que nos está domeñando, que nos esquilma como ciudadanía haciendo una transferencia de los recursos públicos a los bancos, sueldos astronómicos de directivos, jubilaciones que garantizan la vida eterna. Y pasa por política económica de izquierdas, desgraciadamente ausente en las políticas de Zapatero.

Desde luego que estamos trabajando en propuestas de futuro y construimos alternativas. Pero el momento es defensivo. Defender nuestro patrimonio ciudadano que está siendo expoliado y privatizado por el PP. Defendernos del desmantelamiento del estado del bienestar, defender la educación pública, las becas, la igualdad de oportunidades, las políticas sociales, nuestros derechos sexuales y reproductivos, el impulso económico de las instituciones que son anémicas porque así lo ha decidido la ideología política de la derecha y el austericidio.

Warren Buffett, un multimillonario estadounidense declaró abiertamente que efectivamente existe la lucha de clases, y que la están ganando ellos. Ilustrativo, ¿no?