La
anti-política se ejerce cada día de muchas maneras. Vamos sobrados
de ejemplos. Desde Mateu Isern, el alcalde que niega ser político,
a quienes desde la tribuna afirma que no hay que hacer política con
determinadas cuestiones, otorgándole a su sentido una connotación
oscura, negativa y alejar así a la ciudadanía de ella.
Desde
luego que Isern es político. Tan político como ejecutor
inmobiliario.
No
es casual que la anti-política venga alineada con los poderes
económicos, fácticos, financieros. Pues a éstos, la política
siempre les ha sobrado.
Pero
necesitan de las mayorías para hacer fuertes a esas minorías
económicas que nos doblegan.
La
idea de clase política es una idea que la derecha y el fascismo ha
explotado. Nada me produce más urticaria.
Con
el neoliberalismo se ha cuadrado el círculo. Se desembridó la
economía, se redujeron los controles, las regulaciones y la economía
productiva dejó de tener peso. Hay politólogos que hablan del
contexto actual como una restauración de clase. Las antiguas élites
económicas que durante los estados del bienestar tuvieron que ceder
ante el poder de la izquierda, permitiendo grandes dosis de igualdad,
re-distribución y solidaridad, están de la mano de del
neoliberalismo recuperando su estatus y beneficiándose del
desmantelamiento de nuestro estado del bienestar. Son los grandes
beneficiarios del desguace.
Ámbitos
esenciales para la vida que la
izquierda había mantenido fuera de la lógica depredadora del
mercado, ahora están en circulación. Lo estamos viendo con la
salud, que ya no es un derecho universal sino que está vinculada a
la cotización a la seguridad social, y tal insolidaridad ha costado
una vida humana en Mallorca y miles de personas desesperadas con su
salud pendiente de un hilo.
Todas
estas transformaciones se siembran. Llevan experimentando desde
Pinochet, Reagan, Thatcher y ahora en España. Lo que Aznar no pudo
hacer lo está haciendo Rajoy, aunque para el padre, éste se queda
corto. Vemos que duros están contra los derechos y libertades de las
mujeres, de la mano de quién van para reformar la ley del aborto o
educativa. Lo heavy que están en contra del catalán o el decreto
del trilinguismo, la ofensiva contra los profesores, la libertad de
expresión, la escuela pública. Todas estas contra-reformas van
acompañadas de un arsenal ideológico muy tóxico con la finalidad
de conquistar nuestras mentes y nuestros corazones y asentar ese
modelo vomitivo de sociedad a la americana con unas bolsas de pobreza
enorme, de desigualdad social, de sistema asistencial de segunda para
pobres y donde la gente que puede tiene éxito y la demás no
importa. Se siembra la insolidaridad, el recelo hacia los pobres, los
negros, los extranjeros, los parados. Y cuando nos demos cuenta se lo
habrán cargado todo.
La
anti-política tiene rostros múltiples. La tecnocracia es una de
ellas. Paradójicamente, movimientos que reclaman más democracia y
más participación política pontifican gobiernos de expertos. Como
si el saber técnico fuera neutral. Como si la economía fuera
neutral.
Mantengo
un sano escepticismo ante quienes afirman que ya no existen las
ideologías, que ya no existe la derecha ni la izquierda. Ésos, sin
lugar a dudas, son de derechas. Su sentido común está tan
contaminado como el del compañero Almunia.
Del
mismo modo, aventuras de gobiernos de
concentración serían el hundimiento ideológico del Partido
Socialista. Una desconexión e irrupción total respecto de nuestras
raíces marxistas y de la socialdemocracia. Una renuncia más. Todo
lo contrario del proceso de apertura, reflexión ideológica y
enriquecimiento desde la izquierda que estamos haciendo y reivindican
nuestras bases y los movimientos progresistas civiles.
Estamos
con los diálogos, el mayor proceso de participación que jamás se
había puesto desde el Partido Socialista, horizontal, de abajo a
arriba, sin intermediarios, y
que
nos está permitiendo contactar con muchas entidades, colegios
profesionales y sobre todo a pie de calle, de agrupación, hablando
con nuestros vecinos, militantes, simpatizantes y con las
asociaciones. Lástima que para algunos, esto sea poca cosa.
Ha
de haber un salto cualitativo, pero a la izquierda y desde la
izquierda. Recuperar la credibilidad de la ciudadanía progresista,
de nuestra militancia. Afirmar el valor de la política. Sólo nos
salvará la política. Más política, más capacidad para visualizar
y proyectar una sociedad diferente, necesitamos soñar más y
transformar esta realidad que nos está domeñando, que nos esquilma
como ciudadanía haciendo una transferencia de los recursos públicos
a los bancos, sueldos astronómicos de directivos, jubilaciones que
garantizan la vida eterna. Y pasa por política económica de
izquierdas, desgraciadamente ausente en las políticas de Zapatero.
Desde
luego que estamos trabajando en propuestas de futuro y construimos
alternativas. Pero el momento es defensivo. Defender nuestro
patrimonio ciudadano que está siendo expoliado y privatizado por el
PP. Defendernos del desmantelamiento del estado del bienestar,
defender la educación pública, las becas, la igualdad de
oportunidades, las políticas sociales, nuestros derechos sexuales y
reproductivos, el impulso económico de las instituciones que son
anémicas porque así lo ha decidido la ideología política de la
derecha y el austericidio.
Warren
Buffett, un multimillonario estadounidense declaró abiertamente que
efectivamente existe la lucha de clases, y que la están ganando
ellos. Ilustrativo, ¿no?