viernes, 28 de enero de 2011

Mujeres impuras y actos institucionales


Hay cosas que no dejan de sorprenderme, y lo que más me extraña de todo, es que algo así haya pasado por alto en todos los medios de comunicación. Quizás este post resulte políticamente incorrecto o nuestro nivel de tolerancia al sexismo llegue ya a límites cabreantes...

Soy una defensora del laicismo, ¡no de la laicidad! y pienso/reivindico que de una vez por todas el Estado debería derogar los acuerdos con la santa sede, los privilegios educativos de la religión católica y la financiación pública a través del instrumento de la redistribución de riqueza, el IRPF. Así como desvincularse de las fiestas tradicionales religiosas y desvincular política de religión.

Mi idea de una futura ley religiosa es de una ley donde se preserve la neutralidad axiològica del Estado y no participe de ningún rito religioso.

Las organizaciones religiosas no son instituciones democráticas y la fe pertenece al ámbito privado de las personas.

Dicho esto y metiéndome en el meollo del asunto. Ayer, en la "Sala de los pasos perdidos" del parlamento, tuvo lugar un acto emotivo en conmemoración de las víctimas del holocausto, homenajeando a millones de judíos que sufrieron el genocidio nazi.

Un acto reivindicativo de los derechos humanos y prevención de crímenes contra la humanidad marcado de sexismo -y no del sutil-. Cuando la máxima autoridad democrática de esa sala, la Presidenta del Parlament, la Sra. Aina Rado, fue a saludar a todos los presentes, el presidente de la comunidad judía no extendió su mano para no contaminarse de algo impuro: ¡una mujer!

Qué ironía, nunca se sabe qué va a pasar con las comunidades religiosas, que siempre reivindican para sí, lo que niegan para las mujeres, y en este caso, no sólo su fe le impedía dar la mano a un ser impuro, contaminante, sino que además no reconoció su autoridad como Presidenta del Parlament, como autoridad pública y democrática.

Basta ver la cara de Aina en las fotos, todo un poema. Una institución pública promueve un acto a favor de los derechos humanos y de homenaje a las víctimas del nazismo, y resulta que luego el máximo líder de esa comunidad discrimina por razón de sexo. Como mínimo, contradictorio, y de una falta de sentido institucional, enorme.

Si fuésemos un poquito más laicos, la plegaria, se hubiera tenido que dejar para la sinagoga, no quiera venir ahora Rouco Varela, y organizarnos un rosario... para plegar, eso sí, por nuestros fecundos ovarios.

5 comentarios:

Johannes A. von Horrach dijo...

Que nooo, te equivocas, Silvia, no es por machismo o sexismo que no le dio la mano a Aina Rado. No se trata de que sea una mujer, y que a todas las mujeres se las considere 'impuras' y por tanto se deba evitar el contacto. No. La cuestión es que el rabino no puede tocar a ninguna mujer que no sean su esposa, sus hijas o su madre (no sé exactamente si a las hermanas sí). A ellas sí las puede tocar y besar, a las demás únicamente saludar con un gesto de cabeza o una leve inclinación. El motivo es el recato y el pudor (dictado por la Halajá, la ley judía, que un rabino debe seguir más estrictamente si cabe), un pudor extremo en cuestiones sexuales, sí, pero cuyo fin es honrar a las mujeres de su familia, perro no tiene que ver el machismo.

Puede parecer una chorrada esta ley (a mí me lo parece, que no soy judío ni religioso siquiera), pero no se trata de machismo, querida Silvia, que siempre ves el fantasma falocéntrico por todas partes. Informarse antes de poner a caldo a este señor no cuesta nada.

shalom

David Gómez Cejudo dijo...

Horrach, como bien sabes, el sexismo, al igual que el racismo o la xenofobia, tiene un sustrato simbólico. Sin él no podría darse, sería violencia sin sentido. El sentido, y la referencia... ...otro gran tema que en parte tiene que ver con esta charla, clave diría yo. Dice la antropología que la violencia se compone de un sustrato filogenético y otro ontogenéntico físico y cultural. Es en este último donde la cultura ejerce un papel decisivo. Si una cultura prohíbe por decoro o pudor extremo, que recordando una de sus acepciones, es el sentimiento de la persona que teme perder su dignidad, tocar a otras mujeres que no sean la mujer o las hijas propias, y digo propias en sentido posesivo, debe ser algo indigno. Por pura derivacion, toda mujer que no pertenezca al rabino es indigna, y no hace falta que nos vayamos a y Eva, Lilith o Pandora para explicar tal extremo. Algo tendrá que ver con la ontogénesis cultural del individuo respecto a las causas del sexismo, y por consiguiente, con la simbología cultural que maneja, si somos radicales, o sea, yendo a las raíces asunto, como tanto gusta a los filósofos, creo. Un saludo.

Johannes A. von Horrach dijo...

Podemos tratar de ir a las raíces, querido David, pero siempre con la premisa de que probablemente no demos totalmente con ellas. Hay que ser cauto y humilde, y no pretender que poseemos siempre la verdad absoluta (con qué fracilidad acusamos de eso a las periclitadas religiones, cuando tan cerca estamos, espiritualmente, de sus dogmatismos y beligerancias, de su frenética búsqueda de culpables y supuestas indignidades). Y a ello va aparejada la necesidad excesivamente urgente que tenemos a veces de conferirle un sentido cerrado y totalmente definido a las cosas, cuando luego resulta que éstas no se adaptan tan fácilmente a nuestros prejuicios y presupuestos. De todo esto que digo, la entrada ha sido un buen ejemplo. Luego se podrá apelar con el fin de salvar la cara, una vez flaquea la pretendida superioridad moral, a grandes conceptos del pensamiento, pero eso no elude la precipitación de la que hizo gala Silvia en el texto. Es mi opinión, no trato de hacer sangre, sino de tratar a ese señor rabino con algo más de consideración, pues se le han adjudicado unas intencionalidades que de momento no son más que superficie ritual.

Nunca se había parecido tanto la política a la religión. El sistema de búsqueda de infieles e identificación de culpabilidades sigue a buen ritmo. Como decía Jünger, la continuidad en el mundo la establece este sistema que va mudando de piel, adaptándose al signo de los tiempos.

saludos cordiales

Silvia Cano Juan dijo...

Buenas,

en primer lugar, me gustaría aclarar que mi intención no ha sido la de hacer sangre del rabino, sino de evidenciar una paradoja en un acto de defensa de los derechos humanos y del recuerdo de las víctimas del nazismo.

Horrach, donde tu ves cultura, yo veo desigualdad, y no porque esté obsesionada con los falos, pero ese "decoro", ese "pudor" al que aludes, es una discriminación de género en toda regla.

¿Por qué sólo da la mano a su mujer o a su hija? porque pensar en una mujer durante el día, según la ley judía, provoca "poluciones nocturnas durante la noche". Toda una afirmación científica y racional.
Poluciones nocturnas, que implica la muerte de miles de espermatozoides que acabarán expandiéndose en la gran nada...
Además, ¿qué significa la pureza y la impureza? porque por impuras se consideran a las mujeres (que menstuamos, claro) no casadas y purificadas...

El fin del ser humano es, contraer enlace con una mujer apta, y con ella tener hijos. Es por eso que los sabios advierten el extremo cuidado que hay que tener, y no tomar ningún tipo de contacto con mujeres que no son nuestra esposa.

Además, hay una falta muy severa, que es tocar una mujer en estado de impureza provocado por la menstruación. Y las mujeres solteras no suelen purificarse hasta que se casan. Por eso, cuando uno toca a una mujer soltera, está cometiendo la grave falta de tocar una mujer sin purificar.

Pero claro, Dios puso perídos de pureza e impureza en la mujer para fortalecer la institución del matrimonio. Para que haya un tiempo de estar juntos, y otro tiempo de esperar ese momento. De esta manera, el deseo de convivir matrimonialmente perdura, y los matrimonios se mantienen.

Tal ley tiene inherente una desigualdad de género, misoginia, que llevó a este señor, en la casa del pueblo, el parlamento, no darle la mano a la máxima autoridad. ¿Quizás por miedo a una polución nocturna?

Johannes A. von Horrach dijo...

Lo problemático de este tipo de reglas religiosas es que traslucen una tremenda inseguridad sexual, un miedo palpable a los 'placeres carnales', además de una interpretación del sexo como un elemento perturbador de cara a las relaciones humanas. Y evidentemente no lo comparto. Pero esto (miedo a la desestabilización de lo sexual) es una cosa, y otra cosa (misoginia) es otra cosa. Que se puedan trazar entre una cosa y la otra determinadas líneas de contacto, no permite asegurar una conexión directísima entre ambas, pues esa conexión dependerá de la situación concreta, esto es, del modo de ser de cada individuo, y yo no conozco personalmente al nuevo rabino de la comunidad judía de Mallorca (sí he conocido a alguno de los anteriores, uno de los cuales, por cierto, era y sigue siendo abiertamente gay) como para dar una respuesta a este interrogante. Lo lógico sería quedarse con la duda.

saludos